//la venganza de los simsita//
Era tarde y la noche amenazaba con desafiar la misión emergente. Miguel observaba la ropa de lado a lado en aquel puesto tan pequeño. El jóven que vendía se acercó y le dijo, señalando el lado izquierdo del local "Estas son para chava". Miguel estaba checando el lado derecho cuando volteó para ver de frente al jóven. Lo observó de arriba a abajo, como estudiando su vestimenta, con una mirada seria, sin expresión en su cara. Miguel pensó <<¿porqué tengo que lidiar con gente como esta todos los días?>> El jóven se desconcertó de que ella lo observara de esa manera. Miguel tornó la mirada hacía las camisetas del lado derecho y dijo en voz baja pero muy seria y clara "Necesito una camiseta grande". El jóven soltó el aire que había contenido por culpa de Miguel, se estaba asustando un poco. "Ah, bueno amiga, pues las de acá estan mas grandes pero... no hay de los mismos modelos..." empezó a bajar la voz porque Miguel ya estaba checando una camiseta del lado derecho indicando que no le importaba ni lo que estaba diciendo ni que hubieran modelos distintos. Necesitaba una camiseta que cubriera la herida en el brazo que los Simsitas le habían hecho con una lanza. Además no le gustaban los estilos de camisetas femeninas, especialmente de gatitos y perritos tan cursis y ridículos que cada vez que veía una chava usandolos no podía evitar el vómito. Muchas de las camisetitas "para chava" que habían en el local eran de ese estilo y si no por lo menos tenían colores pastel y rositas, cosa que a Miguel le cagaba. Aunque tubieran imágenes chidas, estaban todas pegadas y eso la lastimaría mucho. Además no le gusta mostrar su cuerpo como si fuera un objeto. El jóven se dió cuenta de que Miguel estaba vestida toda de azul y que cubría su brazo derecho con el otro, como si escondiera algo. "¿Te pasa algo amiga?" "No soy tu amiga y no me pasa nada, dame esta camiseta". Escogió una camiseta de mangas rojas y largas. Tenía un círculo rojo en medio y decía Every. El jóven empezó a hacer muecas pero le puso la camiseta en una bolsa y le dio su cambio. La observó con disgusto, y ella le sonrío. De nuevo se desconcertó porque su sonrisa era bella, aunque casi nunca la usara. Miguel no era bonita pero tampoco estaba fea, era una de esas chicas que te intrigan pero no tanto con su físico si no con algo que emiten. Salió corriendo del local y la lluvia ya empezaba a caer. En un callejón pequeño se cambió la camiseta y se dirigió al metro sur. Ahí encontraría a Matteo, o eso esperaba.

En el umbral del metro eje sur-12 se divisaba una figura delgada y temblorosa. Era Matteo, quien mantenía un cigarrillo entre sus labios y la capa de su rompevientos cubría parte de su rostro. Miguel dudó un poco y se detuvo a unos cuantos metros de el. Matteo la observaba, con la camiseta que obviamente le quedaba grande, tratando de adivinar si era el o no. Finalmente dijo "Soy yo Miguel, no temas" una gota de sarcasmo se escurrió entre sus labios y calló entre la lluvia que cada segundo se hacía más fuerte. "Pendejo, para qué me haces dudar" Matteo río brevemente antes de protegerse del ligero golpe que Miguel le daba con la bolsa en donde ahora traía la camiseta vieja y rasgada. "Ten, si puedes velo a dejar en la casa, no quiero que nadie sepa que estoy herida". La sonrisa de Matteo se desvaneció instantáneamente. Matteo recordó por qué Miguel lo había llamado con tanta urgencia y porqué llevaba esa angustia en los ojos. Los Simsitas se habían llevado a Gris y además su carro. Miguel intentó en vano salvar a Gris, pero eran demasiados. Ella hirió a algunos también, era fuerte pero no contra tantos. Matteo tragó saliva y observó a Miguel directamente, quiso tocarla pero temía rozar su herida. "¿Estás bien?" Miguel no respondió y bajó la mirada. "¿Traes lo que te pedí?" dijo ella sin subir la mirada. "Si, aquí está todo" Le dió la mochila que traía, una verde con varios parches y tags. La suya también se la habían llevado los Simsita. Era obvio que el diamante no podía estar ahí pero Simsita quería cualquier pista, cualquier cosa que perteneciera a Miguel, incluyendo a Gris. "Dejame ver, tienes que ponerte algo, para que..." Miguel interrumpió a Matteo "Estoy bien, pusiste las vendas, A Gris lo hirieron tambien..." Los dos sabían que sería imposible llegar a el esta noche. Pero Miguel tenía que lanzarse de cualquier manera. "¿Por qué no me dejas ir contigo, por que no podemos ir todos, ya viste como te dejaron, no vas a poder..." "Ya lo sé, pero Simsita dejó muy claro que sólo me quiere a mí y no puedo arriesgar la vida de Gris... tengo que pensar que voy a hacer, creo que tengo que regresar a casa. No servirá de mucho que me lanze ahora mismo... quizá..." No sabía que más decir. Tenía tanto miedo, después de tantas amenazas, de tantas batallas, aún tenía miedo y no por ella si no por todos y en especial por Gris. Estaba a punto de llorar, pero Matteo le quitó la mochila y la abrazó para que los dos se adentraran al metro y regresar a casa.

Toda esa noche no pudo dormir. El dolor y la angustia invadían cada célula cerebral aunque su cuerpo no pudiera mas. Pensaba una y otra vez lo que había pasado. Ella iba manejando por la zona 3, sabía que era algo peligroso pero estaban buscando a un guey que les había rateado varios materiales. Gris estaba sentado a lado, volteando de lado a lado cuando se dió cuenta de que los estaban siguiendo. Miguel aceleró pero en una calle se le cerró otro carro. Trataron de salir del carro para escaparse de los Simsita, pues ya los habían identificado. Todos de negro, con el pelo rojo mas las navajas plateadas. Hirieron a Miguel primero, cuando Gris intentó ir hacia ella, le encajaron una aguja en el vientre y cayó al instante. Aunque Miguel ya traía la herida, peleó contra ellos pero fue inútil; se lo llevaron, se llevaron el carro y la dejaron sin nada.

Pensó en su madre, en sus plegarias, en sus súplicas. <<Hija, no puedes cuidar el diamante toda la vida, tienes que vivir tu propia vida, tienes que ser feliz>>. Su hermana tampoco entendía por qué seguía protegiendo el diamante, total qué importaba si Simsita lo obtuviera. Pero su padre le había hecho prometer que nunca le diría a nadie acerca del diamante, que nunca revelaría la ubicación. Su padre había sido un gran guerrero, en los tiempos de la lucha los Señores Vida le dieron el diamante para su protección. El diamante poseía poderes inmensos, pero nadie sabía como utilizarlo. El libro de los secretos se había perdido y era el único que indicaba sus poderes. Sin él, el diamante era inservible, pero aún podía usarse si se tenía imaginación. Cuando su padre murió, minutos antes de que sus labios no volvieran a moverse, Miguel escuchó de ellos el lugar donde el diamante se encontraba. Ella siempre pensó que eso era una leyenda. Pensó que las historias que se contaban eran sólo para pensar que había una historia fantástica de la ciudad, pero nunca se imaginó que podrían ser verdad. 

Después de saber no le dijo a nadie pero su madre sabía que su padre le había dicho. Intentó decirle que lo olvidara, que sí era una leyenda pero no había marcha atrás. <>. Desde que se peleó con su madre y se fue de su hogar ha dejado de llamarse Anette, ahora utiliza su segundo nombre, el nombre de su padre: Miguel.

Se lleva mejor con su madre. Ahora pueden hablarse los días festivos sin gritarse y sin culparse. Con su hermana es algo distinto. Es mas difícil hablar con Sara Miguel. A ella también le pusieron Miguel, pero ella lo ha eliminado casi por completo. Sara tiene un hijo y Miguel casi nunca ha visto a su sobrino. Se lleva peor con su cuñado. Su hermana nunca ha entendido las obsesiones de Miguel. <>. Ni su madre ni Sara creen que Simsita la amenaza. Pero tampoco creen en el diamante.

A Miguel le dieron ganas de mostrarle la herida en el brazo, aunque sería inútil, no le ayudarían de cualquier manera, pensó. El dolor y las ideas rondaban por su cabeza y entre respiros y lágrimas se desvaneció entre las sábanas que cubrían su cuerpo. La mañana llegó muy rápido. El sol ya quemaba las aceras. La mesa que daba a la ventana estaba llena de comida rápida, una planta casi muerta mas los rayos del sol. El calor despertó a Miguel, que soñaba con un juego de maquinitas. Es adicta a los videojuegos.

Matteo cocinaba algo cuando se escuchó alguien tocando a la puerta. Miguel apenas se estaba levantando pero enseguida saltó a recoger la navaja en señal de alarma. "Matteo... pregunta quien es" El dejó de menear su menjurge y volteó hacia la sala, en donde estaba la puerta. Dijo cautelosamente "¿Quién es?" Del otro lado se escuchó una voz grave y urgente "¡Mauricio y Magda!". Los dos respiraron aliviados y Miguel soltó la navaja. Nunca la había usado pero en estos casos de peligro, tenía que cuidarse mas de lo común. 

Entraron Mauricio y Magda, los saludos usuales mas abrazos para Miguel. Sabían que estaba sufriendo, aunque tratara de esconderlo, aunque cada lágrima se la guardara para las noches silenciosas.

Después del desayuno (mal cocido pero con mucho amor de Matteo), platicaron sobre la situación. Mauricio decidió preguntar lo primero "¿Qué vamos a hacer?" Miguel lo volteó a ver, seria, sin expresión. "Nada, por ahora tenemos que esperar las condiciones de Simsita" Magda rompió su silencio "Pero si ya sabes... lo que quiere..." No quería hablar mucho de eso. A Miguel no le gustaba discutir acerca del diamante. En realidad ninguno sabía mucho. Gris tampoco sabía demasiado, pero Miguel temía que tratarían de torturarlo. Ninguno sabía donde estaba, tampoco sabían que el padre de Miguel era guerrero. Lo único que sabían es que ella había sido asignada para algo importante, pero ellos eran amigos, no sus complices ni sus guarda espaldas como Simsita alguna vez asumió.

"Aún no sabemos cuánto tiempo nos da para decidir." respondió Miguel. Todos callaron y bajaron las miradas. Tenía razón, había detalles que ajustar.

Estuvieron en la casa observando la tele y sin hablar mucho. Miguel jugaba con un gameboy cuando tocaron a la puerta y dejaron un sobre por debajo. Todos se quedaron viéndolo por unos segundos hasta que Miguel dejó el gameboy en el sillón y se dirigió hacia el sobre amarillo con un sello rojo, como en las cartas antiguas. Miguel abrió el sobre,  contenía una carta que en letras grandes decía...

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